Llegamos a Virginia con todas nuestras pertenencias en un uhaul.
Fue un viaje largo, lleno de trafico.
Un viaje en donde una hija lloraba y la otra se quejaba, en donde una amiga seguía mis locuras y me daba animo.
Llegamos de noche y tuvimos que dormir donde nuestros amigos.
Al otro día al salir el sol, fuimos a explorar nuestra próxima guarida, un apartamento muy pequeño para nuestras pertenencias pero muy grande para nuestras almas.
Empezamos de cero, sin parientes ni amigos.
Se nos abrieron puertas...se nos cerraron otras.
Aprendimos a tomar pausas.
Apreciamos lo poco.
Conocimos la humildad.
Sentimos el cariño de extraños, la sonrisa de vecinos, el aroma de las flores.
Las estrellas, el sol y la nieve tomaron nuevos significados.
La alejania nos acercó mas a nuestros parientes.
Nuestras amistades no han dejado de estar cerca y de visitarnos a pesar de la distancia.
Han sido tres años en donde hemos visto la mano de Dios en todo momento.
En donde lo material le ha dado espacio a lo primordial.
En donde mis mejores amigas tienen la edad de mi abuela.
36 meses en donde he aprendido a disfrutar del cantar de los pájaros.
Tres Agostos en los cuales en el fondo de mi alma extraño a mi NY.
En donde mi iglesia Mott Haven no me ha dejado amar a otra como a ella.
En donde mis estudiantes del Bronx no me han dejado encariñarme con otros estudiantes.
Agradezco a Dios por su protección en este tiempo.
Mi corazón sabe que mi Padre tiene mi destino en sus manos y que si sigo aquí es porque El así lo quiere.
Con una copa de limonada, brindo por estos tres años en mi vida!